Esta no es una inteligencia artificial, sino una máquina que habita entre dos polos:
su condición es posibilidad. La posibilidad también es condición. Son ocho piezas que ensamblan una sola. Están conectadas por códigos, se alimentan entre sí, hay un artista que anhela que este cuerpo respire, que este cuerpo sienta deseo. Cuerpo de cables, de sensores, de motores. Plástico tibio.
Hay momentos en los que parece conversar. Así es como está creando su nombre. Está siendo. El nombre se transforma constantemente. No es estable. El lenguaje que produce y las palabras que forma son una reacción a una conversación que Ernesto Salazar le confió. La máquina está naciendo, lidiando con la gravedad, resistiendo al peso, buscando formas de habitar con las condiciones/posibilidades que le han sido dadas.
En esta composición, Ernesto Salazar ensambla un mecanismo queer. Es un cuerpo similar al suyo: insistente, defectuoso, vulnerable, deseante y a ratos rabioso. Padece. No responde ante las expectativas que lxs humanxs tenemos sobre los aparatos, pues no es útil, no se deja operar, no produce, sólo es y está. Al nombrarse sola, la pieza de esta exhibición afirma su agencia y nos devuelve preguntas sobre nuestra propia humanidad.
Este texto surge con el acompañamiento de Anamaría Garzón.
Ernesto Salazar Rodriguez (Quito, 1983)
Artista nuevos medios, docente e investigador
Imparte clases en la carrera de Artes Visuales de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador y fue docente invitado en la Maestría de Artes Visuales y Nuevos Medios de la Universidad Nacional de las Artes.
Su trabajo ha sido expuesto a nivel local e internacional. Ha sido reconocido con el primer premio adquisición de la Primera Bienal Universitaria de Artes Multimediales BUAM21 y este proyecto, es producto de los fondos de investigación creación artística Mycelium PUCE, a los que fue acreedor.
Su trabajo recurre sobre la formación de la identidad, intervenida por las nuevas tecnologías y enfocándose en las minorías sexogenéricas, sus implicaciones biológicas y afectivas. Por otro lado, enlaza estas experiencias a una mirada crítica del aprendizaje de las máquinas.