‘‘Arqueología del Error’’ es la exhibición de Daniel Zambrano con curaduría de Zayra Ninoska que se encuentra actualmente en Espacio Onder. Esta tuvo su apertura el 22 de abril y estará disponible hasta el 13 de mayo.
Todo comenzó de forma codificada, con un pilo de hojas impresas que guardaban el intento de encriptación de ciertas imágenes; códigos binarios y planas interminables producto de un proceso confinado e inmediato resultaron de pronto en un ejercicio que no tenían que ver precisamente con la historia en la que habría de entregarse luego. Hubo de visualizar lo incoloro de errar en una primera idea para llegar hacia aquella inflexión.
Figuremos ese lapsus como el reconocimiento del pasado detonador. Las relaciones de tiempo nunca se ven en la percepción ordinaria y lo que por fuerza ignoramos es lo que precisamente vuelve sensibles y visibles los fragmentos que han sobrevivido ahora, listos para ser examinados en el irrevocable presente.
Cada día (aparentemente) está todo dispuesto en su lugar, en la medida en que reconocemos su permanencia en los caminos recurrentes, pero esta idea queda muy por encima, lo que está detrás es el sustento: la culpabilidad de la luz, la nitidez desbordada de la visión produce error, crea forma. Una mañana aquel sujeto vio la luz fijamente y descubrió que lo perseguía un fenómeno entoptico, la persistencia de esta situación y su propia mirada lo volvió un sujeto con afanes deductivos, un errante que partía de lo más conocido a lo menos conocido. El valor del color corresponde a una dimensión, corresponde al acercamiento hacia los breves instantes de revelación del error. La fuerza de la luz. Todo está codificado
—pensó —, pero no hay mensaje único en un mundo de nociones desapercibidas. ¿Es acaso la indiferencia, el error? —pensó— pero ya lo había presentido como tal en el orden de lo habitual, no figuraba.
Pensó, tres veces.
Volver a los lugares donde acontece la experiencia significó habitar durante un tiempo en esa mirada —en esa implicación— para hacer durar esa experiencia y luego hacer de esa experiencia una forma; a fin de prever inequívocamente en qué dirección moverse, le otorgó un espacio: de ese modo, podría determinar qué hacer si deseaba impulsarlo en la dirección correcta ¿cuál sería esa dirección? Podemos intuirlo en el despliegue de la obra visual que nos rodea. Alrededor flota todo el ímpetu del contenido interior proyectado, enajenado en el espectro de la luz como impresiones de un vínculo indisoluble por evocar la profundidad de su naturaleza.
Me adentro, estoy frente al límite verde, de pie sobre un sólido color rosa, un cuerpo serpenteado levita sobre mi cabeza. Carmín y azul me encierran, me delimitan. Podría escapar sobre aquel color que me recuerda el cielo. Estoy dentro de lo que alguna vez estuvo contenido. El sujeto con afanes deductivos se ha tomado el tiempo de abrir un camino habitado por una mancha de oblicua existencia, en un espacio cerrado, un escenario de repetidos encuentros que se interroga hasta la saciedad —sospechando que, ni siquiera está completamente seguro de existir.
Es esta la historia del impulso desmedido por descifrar lo que ve. Al cabo de unos años ¿será acaso un loco buscando y describiendo la forma antigua del recuerdo en lugares separados y tiempos desunidos en el espacio del encierro? allí dónde alguna vez habitó el error. ¿Será una restitución del tiempo? no del tiempo que pasa, sino del tiempo que ilumina de formas diferentes, que cambia arbitrariamente (en el orden de lo habitual).
Hay un recorrido inscrito aquí serialidad un profuso esfuerzo por reinventar las formas del pasado, momentos de luz desplegados en imágenes, una posibilidad de arqueología, una importante inflexión detonante.
Zayra Ninoska. Per piú progetti fratello!