‘‘El Gag Fluctuante’’ es la exhibición de Raymundo Valdez que se encuentra actualmente en Casa del Barrio. Esta tuvo su apertura el 12 de mayo y estará disponible hasta el 4 de junio del 2022.
El gag, el caos y el yo disuelto
El gag es el mecanismo por el cual una situación cotidiana se torna en cómica, a partir de la aparición en escena de un personaje que, de algún modo, instala eventos más allá de lo esperado. Buster Keaton, Jacques Tati, y, sobre todo, Charles Chaplin a través de su personaje Charlot, entendieron al gag como gesto subversivo para desestabilizar el espacio funcional, proponiendo recorridos novedosos que fundaban situaciones absurdas, las cuales se sostenían en nuevos descubrimientos vitales y formales sobre el entorno.
Desde aquel concepto puede entenderse la aproximación de Raymundo Valdez al mundo del comic, ya que este le ofrece las reglas implícitas para elaborar una profunda y dinámica transformación del espacio pictórico, dinamitando, justamente a partir del trabajo de experimentación que habita en la naturaleza cambiante del gag, las coordenadas reconocibles de una composición calculada y transparente. Los personajes de Valdez, inspirados en los ejes formales de la tira cómica, tienen la virtud de ya no moverse bajo los criterios narrativos anecdóticos sino que, ahora, bajo los efectos de una fragmentación extrema, imaginada desde una energía destructora inspirada una vez más en el concepto clave de esta parte del texto, fluyen a través de la contrariedad y saturación de signos figurativos y abstractos que no pretenden imponer un dominio absoluto de unos sobre otros, sino activar el intenso intercambio interminable de una forma nacida de una esfera pensada en la tensión infinita de fuerzas irregulares.
Reflexionando sobre el lugar de esta pintura en una tradición que no se reduzca a conexiones cronológicas, sino culturales, habría que ubicar lo que Victor I. Stoichita tiene que decir sobre el gesto pictórico que se piensa más allá de su función contemplativa, y que sirve en este caso para, por lo menos, intentar poner en palabras el funcionamiento en sí de las imágenes de Valdez como mecanismo desestabilizador: “El paso siguiente en este proceso de inserción autorial por puesta en abismo (ya sea reflejada o representada) implica una operación algo violenta: hacer estallar la bola, hacer saltar el marco del cuadro”.
Una de las fuentes de inspiración de estas obras es el interés del artista por hacer visible, de manera aislada y descontextualizada, ciertos encuentros con grafitis, siendo estos las huellas de una expresión popular como “pila y mosca”, pero, más que su función comunicativa, las pinturas se interesan por estas referencias para provocar una convivencia caótica, potenciando su labor plástica, desdibujando de ese modo la conexión inmediata con lo originalmente inspirado, permitiendo aquello que, en lugar de elaborar relatos lineales y de adoctrinamiento vinculados a lo popular, el artista prefiera producir estructuras delirantes que den paso a relaciones inesperadas entre lo cotidiano y lo imaginado, mediado todo esto por una traducción de vínculos no jerárquicos entre lo figurativo y lo abstracto.
Es esta última categoría la que hace posible esta ecuación, al superar la noción purificadora clásica de lo abstracto, para, en su lugar, trabajar desde la noción de lo acumulativo, desbordando de esta manera la coherencia restrictiva que divide para clausurar. La pensadora Mieke Bal lo explica de forma más detallada: “Más que moverse adentro, hacia una concentración del medio, se mueve afuera; explorando y produciendo nuevas posibilidades. Y, más que basarse en el rechazo y la negación, promueve el <<y>> de la acumulación. Antes que el trabajo regulativo de la linealidad, esta abstracción pone en suspenso dicho orden y permanece en el caos; el caos de la complejidad y la catástrofe, no como incidente trágico sino como potencial infinito de incalculables probabilidades.”
Finalmente, si hemos hablado hasta ahora, de forma sugestiva, del vínculo entre gags y caos, es necesario reconocer al cuerpo del artista que hace posible estas transformaciones y diálogos expansivos, el cual, por un lado, indirectamente ha provocado los recorridos iniciales que han producidos las piezas, y, por otro lado (quizá el más importante) expone su cuerpo al filtro mutable de la figura deforme y cómica para indagar en el problema del autorretrato.
Descubrimos que el Yo del artista explota en diversas formas para diseminarse, arrastrando lo natural y superficial hacia los bordes de una concepción de la visión como locura y recorrido, instalándose el reino de los límites quebrados, heredado de la libertad infinita que habita el mundo de los comics. Del contemplar las imágenes a imaginar, en los vacíos semánticos y sintácticos que la presencia abstracta provoca, las formas escondidas que, paradójicamente, se mueven en el conflicto entre el Yo que reconocemos y el otro que se escapa.
Jorge Aycart Larrea