El pasado 28 de octubre estuvimos en ‘Sí, sí, pero no’’ una exhibición de Josué Lino producida por 230 lab. Esta muestra fue articulada de varias formas dentro del marco de exhibición. Se presentó un show de experimentación sonora, un conversatorio sobre prácticas pictóricas en Guayaquil y un taller gratuito para niños y adolescentes de experimentación en la pintura.
Julia Coronado Pin, curadora de la muestra nos compartió el archivo de museografía de la muestra y el texto de sala editado por Sociedad Anómica.
Josué Lino es un artista visual y sonoro que filtra y procesa la cultura popular, las tradiciones pictóricas y cinematográficas a las que está expuesto y lo influyen, resultando en una explosión de imágenes y objetos abigarrados y vibrantes, contaminados por el caos, el ruido y la incertidumbre citadina latinoamericana. En su más reciente producción, aborda las contradicciones de estar expuestos a una cotidianidad violenta, pero edulcorada: colores vibrantes y personajes con el espíritu de las ‘fantasías animadas de ayer y hoy’, responden a la pregunta ¿Todo bien? Con un divertido Sí, sí, pero no, qué titula su exhibición.
Josué Lino (Guayaquil, 1991), inició su formación en el ITAE en el 2008. Cuenta con una extensa producción de obra pictórica y sonora en base al ruido, que desde 2010 ha circulado en galerías, museos y festivales de todo el país. Los oficios de sus padres, costurera y estilista, así como la televisión nacional y UHF, lo dotaron de entretenimiento y gratos recuerdos mientras crecía, legándole una inevitable preocupación por la estética de las cosas.
En medio de telas, patrones, texturas y el ruido de la máquina de coser dibujaba, fabricaba collages y pintaba camisetas con sus propias ‘fantasías animadas’ desarrollándose en él un marcado interés por los objetos y la indumentaria ‘hecha a medida’ y llevándola (o contaminándola) de los géneros musicales ruidosos que también alimentan su imaginario: punk, grunge, shoegaze, harshnoise, noisecore.
En Sí, sí pero no, su más reciente producción, profundiza en temas relacionados a la violencia sistematizada de lo cotidiano versus lo sensible de construir un hogar. Ecos de personajes extraídos de dibujos animados, comics y el cine de horror son procesados para proponer cartoons a la defensiva, cabreados de las experiencias en la vida, malas jugadas y derrotas. Compara sus experiencias citadinas y las noticias con los sucesos de los dibujos animados, exhibiendo en sus obras el absurdo de un mundo caótico donde todos somos uno de sus personajes.
En su obra inicial, lo cotidiano se devolvía filtrado como imágenes abyectas, hoy, luego de saturarse de muerte y violencia mediática retorna también como objetos en negación: cuchillos blandos y asesinos seriales para abrazar, enmarcando su trabajo dentro de la Cultura Noise, ‘‘categoría desde la que se puede cartografiar una suerte de nueva contemporaneidad, (…)(caracterizada) por lo experimental en un sentido transversal de las prácticas, los medios, los materiales y los conceptos, al ritmo y la velocidad con el contexto social se fragmenta, deforma y reconforma.’’
