Un Divino Niño sobre una caja con dibujos de grafito en todos sus lados recibía a los espectadores en Los Escombros Solo Show, la muestra individual de Juan Huerta Coello que estuvo disponible desde el 4 al 19 de marzo. Esta exposición ilustra la memoria latinoamericana en perspectiva a la mirada extranjera. El título mismo de la exhibición sugiere al público que especule sobre lo que están a punto de ver. ¿Qué objetos llenan las instalaciones de Espacio Onder y por qué la decisión de exhibirlos? Mi reflexión y proceso de la muestra es otra perspectiva que medita sobre la producción artística y la curaduría contemporánea de mi generación.
El 11 de noviembre del 2021 me contacté con Juan Huerta Coello, porque Espacio Onder – lugar expositivo en el centro de Guayaquil – había lanzado una convocatoria para su agenda de exhibiciones del 2022. Mi intención era producir la primera exhibición de Monochrome y armar mi primera curaduría con propósito. Juan no titubeó ni lo dudó dos veces, estaba de acuerdo en que un proyecto joven y un gestor/artista recién graduado podrían encargarse de su exhibición individual.
El día que asistí a su estudio para ver sus obras por primera vez conversamos sobre las intenciones que teníamos cada uno. ¿Cuál es el fin de hacer más exhibiciones de arte?, ¿hacer dinero?, ¿crecer el ego de los artistas? Para Juan era un proceso por el que tenía que pasar su producción artística. Se encontraba listo para mostrar sus obras y cerrar una etapa que lo llevaría a comenzar otra. Para mí era una oportunidad de materializar mi conocimiento, crear experiencia y seguir aprendiendo. Dejar que la transparencia sea el eje principal de nuestra producción facilitó el camino. Las pretensiones y lecturas entre líneas no hacen más que dañar a las personas y por ende al circuito.
Cuando le preguntaba a Juan sobre sus obras, no dudaba en decir la verdad ‘‘estas no las quisiera exhibir’’, ‘‘estas no están terminadas, pero las puedo terminar’’, ‘‘estas están en Estados Unidos, tendría que viajar para traerlas’’. Como consecuencia de estas conversaciones, las obras empezaban a demostrar el carácter que tenían. No se trataba de una exhibición con obras realizadas durante un tiempo, se trataba de piezas que pasaban por un proceso para llegar a un fin. La historia y contexto de estas estaban directamente vinculadas a la historia de Juan.
Una vez definidos los ejes que íbamos a tratar en a la exhibición, Juan emprendió su viaje a Sacramento (California), lugar donde las obras reposaban en el closet de la casa de su mamá. Traía obras frágiles como el Divino Niño o las zapatillas Bora Bora, que al llegar a Ecuador tuvo que corregir errores producto del viaje y el tiempo. En fin, las obras habían sido repatriadas y estaban listas para mostrarlas por primera vez en una ciudad que no conocían, pero que les pertenecía.
Cuando montamos las piezas en el espacio, la exhibición parecía estar hecha por varios artistas. Cada obra tenía un material y una ejecución diferente, pero estas conversaban constantemente entre ellas y marcaban un hilo conductor. Una vez hecho el montaje, Juan llegó con dos imágenes religiosas de pequeño formato – esas que tienen las personas mayores al salir de la misa del domingo – las ubicó en algunas esquinas, como una especie de ritual para que la exhibición esté bendecida. Este gesto lo sentí como quien da la bendición a sus niños antes de salir a la calle. Juan no cree en estas cosas y es por eso la profundidad de este acto. ¿Cómo alguien sin creencias religiosas conservaba tan bien estas imágenes y por qué incluirlas al final del montaje? Yo digo que es una acción sincera, que sale del corazón sin mucha meditación. Nada ilustra de mejor manera a un artista que actuar desde lo que siente. Como lo mencioné anteriormente, la transparencia fue el eje principal de Los Escombros Solo Show.
El acto final fue el opening, era el final del camino que el artista, las obras y yo habíamos recorrido. Era el momento en el que nuestras dudas iban a ser respondidas. Y así fue, una señora entusiasta se encontraba maravillada por la exhibición, leía el texto curatorial y me decía ‘‘estas dudas van más allá de lo existencial, yo siento que es una meditación muy profunda’’ y yo le creía. El ambiente del espacio era alegre, había gente que iba por primera vez a una exhibición y gente que veía por primera vez la obra de Juan. El calor de Guayaquil se sentía como parte de la propuesta, los ventanales del espacio permitían ver la ciudad de noche y que la brisa se mezcle entre la gente y las obras. Así lo quisimos nosotros, Los Escombros Solo Show estaba pensado para la experiencia del espacio.
Este camino de producción/curaduría reflexiona sobre el proceso que pasan los agentes que hacen posible una exhibición. Es necesario encontrar una finalidad a las acciones que tomamos al momento de crear, producir y curar. La responsabilidad cultural depende de la honestidad y transparencia con la que se debe actuar, sin dejar a un lado el criterio que se necesita para filtrar todo lo que se sienta sin propósito. Para mí es importante pensar en la experiencia de los creadores y los asistentes como una forma de sentir la contemporaneidad del arte. Curar significa cuidar las obras, la historia y sobre todo la cultura.