‘‘Suelo, Subsuelo, Estela’’ es la exhibición de Marco Morocho en Proyecto N.A.S.A.L. Esta tuvo su apertura el 18 de marzo y concluyó el 2 de abril del 2022. Esta muestra, bajo la curaduría de Jorge Aycart Larrea, presenta trabajos de pintura, instalación y video. Marco Morocho es parte del colectivo ‘‘Los Manchas’’ , los cuales ya han presentado anteriormente en Proyecto N.A.S.A.L. siendo Marco el que concluye con el ciclo de exhibiciones de parte del colectivo.
Texto curatorial
El paisaje entendido como escenario de simétricas y evidentes estructuras transparentes ha sido superado en el contexto de estas imágenes, logrando pactar estas con aquella indagación que entiende la superficie externa del horizonte a partir de un conjunto irregular de capas catastróficas, siendo estas descifradas como huellas móviles que dejan entrever tiempos simultáneos, trasladándose en un mismo plano complejo no sólo la heterodoxa convivencia entre pasado y presente, sino también, sobre todo para potenciar esta fuerza liberadora, la imaginación y la referencia inmediata en el fugaz momento del entre de la materia y lo representado. Este es un paisaje que cuando se piensa y se expone sabe reconocerse en las dislocaciones y las fracturas de un tiempo de la ruina que, capacitado en su constante transitar en diferentes texturas telúricas, hace posible descubrir la acumulación del desecho en el espacio vital en el cual el centro y la periferia no se someten entre sí, sino que se prestan al ritmo del devenir, permitiendo la aparición de la experiencia de abrir los elementos a su proceso de desmaterialización.
Robert Smithson: Elúltimo monumento eraunacajade arena, o lamaqueta de un desierto. Bajo la mortecina luz de la tarde de Passaic, el desierto se convirtió en un mapa de desintegración y olvido infinitos. Este monumento de partículas diminutas chispeaba ante la luz estéril del sol, y recordaba a la triste disolución de los continentes, a la evaporación de los océanos -no más bosques verdes y alta montañas-; todo eso existía donde millones de granos de arena (un vasto depósito de hueso y rocas) se desmenuzaban hasta convertirse en polvo. Cada grano de arena era una metáfora exánime que equivalía a la atemporalidad, y para descifrar tales metáforas era necesario atravesar el espejo ilusorio de la eternidad.
El paisaje abandona, posteriormente, su cualidad inicial de reconocimiento para permitir, gracias a una fantasía original que consiste en fusionar espacios y tiempos diversos, que la abstracción libere la capacidad de imaginar otro tipo de lugares que, bajo la modalidad de diferentes pretensiones, indague en cómo las curvas simples y cercanas que, por ejemplo, facilitan la proximidad con lo visto, puedan luego transformarse en ambientes densos que resguardan acontecimientos marcados por la dislocación temporal de una visualidad incierta que se mueve bajo el deseo de elaborar un paisaje como enigma, construcción y gesto físico y metafísico.
Entre la imagen fija y la imagen en movimiento, diluvios y erupciones: lo cercano y lo sensato atravesado por singulares agresiones que permiten a las cosas emerger tanto como superficies tangibles y como fenómenos de temblores excesivos. Las largas duraciones de las formas orgánicas pasadas y actuales, lejanas y cercanas, imaginadas y experimentadas; sistema geológico que funciona gracias al resurgir inabarcable de figuras trastornadas en la estela de una rasgadura de la que brota un relato: monólogo interior que enumera diversos organismos que habitan en un entorno de ciencia-ficción conocido como la zona de ruinas alteradas en el subsuelo de una historia de varias temporalidades.
Jorge Aycart Larrea