Entrando a través de la carne de una pitahaya, la visibilidad oscurecida transporta al espectador a un paisaje diferente. Los elementos se equilibran entre lo delicado y lo duradero para crear el escenario de una cueva, un vacío dentro de una montaña. En el centro, una fuente de serpientes gotea veneno, una recreación de la familia del artista defendiéndose de los depredadores en las profundidades de las montañas rurales de los Andes. Alrededor de la fuente, unos pedestales en forma de estalagmita muestran objetos en su propia y discreta presentación, que se unen en una colección de ofrendas para las abuelas fallecidas de la artista. La instalación convierte los recuerdos familiares en reliquias ancestrales modernas que cobran nueva vida bajo esta forma.